Juan Ignacio Gutiérrez

El tatuaje lo vi hace un par de días en el metro. Subía la escalera mecánica tras la chica que lo lucía, y me llamó la atención.

Al principio no sabía qué era, y supongo que fué por eso por lo que saqué el móvil e hice una foto de la pantorrilla. Solo después de utilizar el zoom en la pantalla de mi móvil confirmé por qué me había llamado la atención el tatuaje: se trataba de Homer Simpson.

Me gustaría que no fuera necesario hacerlo a estas alturas, pero, por si las moscas, vaya por delante que no tengo nada en contra de los tatuajes. Es verdad que tampoco a favor. Vamos, que podría decirse que el asunto de los tatuajes, más allá del comentario que me dispongo a hacer, me es más o menos indiferente.

Nunca me he hecho uno. A mi edad, no es muy probable que me despierte un domingo con una fuerte resaca y un Ché Guevara tatuado en el brazo izquierdo; y supongo que esa es una de las pocas situaciones por las que podría terminar tatuado.

Conozco, no obstante, a muchas personas que los lucen orgullosas. En sitios del cuerpo más o menos discretos, de tamaños diversos, de temáticas diferentes, aunque con predominio de los motivos más o menos escabrosos, espiritualistas, políticos o étnicos.

Tengo una amiga que tiene tatuada una rata; otras tienen una estrella,  una media luna, una llama, una vela,…

Los que más me llaman la atención son los que reproducen alguna frase. Superados los del “amor de madre” que llevaban los legionarios y expresidiarios en mi adelescencia, han proliferado versos, reflexiones, aforismos, pensamientos,… en diversos colores, entre los que predomina el azul. Debe ser una cuestión técnica que se escapa a mi conocimiento sobre pigmentos.

He visto largas frases en alemán, que he atribuido a algún importante filósofo; pensamientos ecologistas de jefes indios norteamericanos; aforismos Taoistas o Dubistas; pequeños textos escritos en cirílico, árabe, hebreo, griego,… he visto runas, esvásticas, esvásticas tachadas; al Ché, a Mao, a Lenin, a la Blanca Paloma,…

Pero lo de Homer Simpson el otro día, me dejó sin palabras. Me puse a pensar qué le explicaría a su nieta dentro de, pongamos, 40 años.

  • Mira, Albita, este es Homer Simpson. Era un personaje de unos dibujos animados muy chulos.

  • ¿Y por que te lo pusiste ahí abuela?

  • Porque me gustaba mucho la cerveza y decía muchos tacos.

A ver, que tampoco hay por que pensar en las consecuencias a largo plazo de todo lo que hacemos, pero es que los tatuajes no se pueden borrar. ¿O sí?

Categorías: NOTAS MANIQUEAS

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