«El hombre es tantas veces hombre cuanto es el número de lenguas que ha aprendido.»
Carlos I
Vengo colaborando en la revista familiar “Pequeños Monztruos”. La colaboración consiste en dar una escueta respuesta de experto a las preguntas plateadas por los lectores; el tema de este número: el bilingüismo.
Es curioso observar cómo todo termina por girar hoy en torno a la crisis, y me temo que tampoco aquí vamos a poder hacer una excepción. La situación actual en nuestro país, y sobre todo en lo que respecta al alarmantemente bajo nivel de ocupación, lleva a los padres a plantearse con más intensidad, si cabe, la necesidad de que sus hijos dominen un segundo idioma, sobre todo para incrementar sus posibilidades de éxito en un futuro incierto en lo que a opciones laborales se refiere. Los padres piensan, y supongo que acertadamente, que esa adquisición va a suponer una ventaja competitiva en el futuro. Pero la pregunta de la lectora no iba por ahí. La niña objeto de la consulta se encontraba expuesta a dos universos lingüísticos diferentes: el de su padre, inglés nativo, y el de su madre, española de lengua castellana.
Si continuáramos con este enfoque basado en la oportunidad y la competencia, la niña habría tenido la suerte de encontrarse con la posibilidad de desarrollar un bilingüismo en dos de las más importantes lenguas del planeta y, lo que es aún mejor: gratis. El español o castellano es la lengua que más países tienen hoy como lengua materna, el ingles es hoy -y es probable que continúe siéndolo en un futuro próximo- la lengua internacional por antonomasia.
Más allá de razones utilitarias, la preocupación de la madre se centraba en la conveniencia de introducir la lengua del padre, es decir, el ingles, en la educación de la niña. Sobre todo, le preocupaba cómo podría afectar esa decisión a su desarrollo. Mi escueta respuesta trataba de disipar sus dudas: a pesar de los mitos que circulan a velocidad vertiginosa en estos tiempos de red y fibra óptica, la adquisición de esa segunda lengua no va a acarrear a la pequeña ningún problema neurológico. Al menos por lo que a día de hoy sabemos.
Hace unos días leía un artículo de un profesor portugués sobre nuestro Rey Felipe II (su Felipe I), la legitimidad del monarca para acceder al trono de Portugal y la relación de éste con sus vasallos portugueses. Resaltaba así el autor este hecho: “no debemos olvidar que su madre era portuguesa”. Parece ser, siempre tomando como fuente el artículo, que Doña Isabel se interesó porque su hijo hablara la lengua de Camões, que era la suya. Es decir, que Felipe II, el gran Rey Español, debía conocer, al menos, las lenguas castellana y portuguesa.
Podemos complicarlo aún más si tenemos en cuenta que su padre, el Emperador Carlos V (nuestro Carlos I), de madre borgañona, tenía como lengua materna el francés. O sea, que Felipe II tenía como lengua materna el castellano, su padre el francés, y su madre el portugués. ¡Vaya lío!
El Emperador Carlos tuvo que aprender nuestra lengua a petición de las Cortes Castellanas, que no estaban muy conformes con el rey extranjero. El que iba a ser Carlos I de España se comprometió a aprender y usar el castellano, e impuso que fuera esta la lengua utilizada en la Corte.
He querido traer esta historia para ejemplificar la importancia que para la categorización grupal tiene el idioma. Con mucha probabilidad Carlos I comenzó a ser identificado como Rey de España cuando accedió a dirigirse a sus súbditos en la lengua de éstos y seguro que a su hijo, Felipe II, más allá de la presión militar y la adhesión de los nobles portugueses a su causa, le ayudó en su empeño de convertirse en Rey de los Portugueses el conocer su lengua, su cultura, sus tradiciones.
Así que, por tanto, no solo es una idea sugerente criar a la niña en un contexto bilingüe cuando sus padres tienen lenguas maternas diferentes, es que, de no hacerlo, corremos el riesgo de que sea percibida como “extranjera” por la familia que comparte la lengua y cultura no elegidas.
Tal como sugiere la cita que encabeza este texto, si sus padres optan por enseñar con naturalidad ambas lenguas a su hija, la niña será al mismo tiempo inglesa para sus abuelos, tíos y primos ingleses y española para los españoles. No sólo ella habrá ganado.
Os dejo un enlace a la publicación donde aparece la consulta:
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