Juan Ignacio Gutiérrez
Hace unos días leí un artículo en la prensa en el que el representante de un despacho de abogados advertía a los afectados por la compra de preferentes sobre la trampa que suponía aceptar el arbitraje que propone el gobierno para una entidad concreta. Dejando a un lado las bondades de su argumentación, lo que más me llamó la atención fue que tenía la sensación de haber oído al mismo abogado en un programa de televisión colocando laudos y sentencias al mismo nivel de efectividad. Como no entiendo nada del tema, pero me parece interesante, me puse a investigarlo. En google, claro. Mi primer descubrimiento me alentó a continuar. Efectivamente: el mismo abogado defendía y denostaba el recurso al arbitraje con enérgicas y vehementes diatribas en distintas televisiones. Todos los argumentos me iban resultando demoledores (me imagino el efecto que podrían producir en los afectados). Pero uno es tan racionalista como ignorante en cuestiones económicas, y le termina rechinando que una cosa pueda ser verdad y mentira al mismo tiempo. Soy ferviente defensor del derecho a mantener distintas posiciones en base a intereses encontrados, pero de ahí a que una parte adopte alternativamente posiciones contradictorias… No se, no conseguía verlo claro. Creo que ya he insinuado que el abogado argumentaba bien. Seguro voy a hacer un resumen burdo y poco riguroso de sus palabras, pero, tal y como yo lo entendí, la caja en cuestión sólo sometería a arbitraje aquellos casos en los que fuera fácilmente demostrable que había habido engaño en la contratación (eufemísticamente llamado “vicio de consentimiento” -¿o será una reformulación?-). En esos casos, el abogado no dudaba de que el fallo de un tribunal sería favorable a los afectados y podrían recuperar todo el dinero mediante la consecución de la anulación del contrato. La vía del arbitraje propuesto por el gobierno, les llevaría a aceptar el canje por acciones. Entonces me acordé de los famosos MAAN y PAAN. No, no estoy confundiendo arbitraje y negociación -Dios me libre-, pero no deja de ser evocador: en los casos que presumiblemente estarían perdidos en el juzgado, el arbitraje sería una buena alternativa para la caja ya que, además de realizar un pago en especies, obtendría una mejora de su imagen de cara a la sociedad. No conozco los pormenores del asunto, pero mucho me temo que no es tan simple como esbozó el abogado, y es probable que la vía judicial represente también algún inconveniente para los afectados. Ni que decir tiene que tras todo este ejercicio no he conseguido saber qué son exactamente las preferentes, pero me he hecho una idea lo suficientemente aproximada como para asumir que, como en casi la mayoría de los casos, y huyendo expresamente de cualquier forma de relativismo (esa concepción de la realidad mediante la cual todo es relativo, excepto ese argumento), ambas partes -vendedores y compradores- tienen sus razones. ¿Será posible aquí la mediación?. Ahí lo dejo.
Categorías: CAJÓN DE SASTRE

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