¡Inteligencia, dame
el nombre exacto de las cosas!
… Que mi palabra sea
la cosa misma,
creada por mi alma nuevamente.
Que por mí vayan todos
los que no las conocen, a las cosas;
que por mí vayan todos
los que las olvidan, a las cosas;
que por mí vayan todos
los mismos que las aman, a las cosas…
¡Inteligencia, dame
el nombre exacto, y tuyo,
y suyo, y mío, de las cosas!.”
Juan Ramón Jiménez
En Valladolid las cosas se llaman como se tienen que llamar. La casa donde nació Don José Zorrilla, el padre de El Tenorio que recitamos de memoria, se llama Casa de Zorrilla; el edificio que fue sede de la VII Región Militar, mantiene el rótulo «Capitanía General»; la Plaza de San Pablo, su sonoro nombre.
En la Plaza de San Pablo están el Instituto de Enseñanza secundaria «Zorrilla» y el edificio del Colegio «Divino Salvador». Yo estudie en un Colegio que se llamaba Colegio Divino Salvador, a muchos años y muchos quilómetros de la Plaza de San Pablo de Valladolid, y que también conserva su bonito nombre.
El Palacio Real, que actualmente tiene uso militar, fue la residencia de nuestros reyes cuando la capital del Imperio se trasladó a esta ciudad, y en él nació el futuro Rey Felipe IV. En la plaza, frente al palacio Real, hay también una estatua de Felipe II, por lo que podríamos decir que la Plaza de San Pedro de Valladolid sería el espacio que mejor simbolizaría la unión de los dos grandes reinos peninsulares: Nuestros Felipe II, Felipe III y Felipe IV, son los Filipe I, Filipe II y Filipe III de los portugueses. El último de estos tres monarcas, el natural de esta plaza, pasó a la historia como el rey planeta.
También se asoman a la Plaza el fastuoso Convento de San Pablo y San Gregorio, y el Palacio de Pimentel -sede de la Diputación Provincial-. Y muy cerca, desgajada del Palacio de Villena se encuentra la «Casa José Zorrilla», en la que nació nuestro gran poeta romántico.
El teatro principal de la capital castellano-leonesa, se llama Teatro Calderón. El nombre no hace alusión a una caldera grande, que también, sino a uno de los grandes dramaturgos de nuestro Siglo de Oro: Don Pedro Calderón de la Barca.
Hay una óptica junto a la Plaza Mayor, una inmensa plaza en el centro de la ciudad, que lleva probablemente el apellido de la familia de su fundador. Entre el coqueto establecimiento y la Plaza Mayor, hay una fuente dorada, que preside un espacio cuyo nombre es Plaza de Fuente Dorada.
He visto la calle de Felipe II, la calle de San Juan de Dios, la calle de Echegaray. Pero hubo un nombre, sobre todos, que me cautivo para siempre, y que me obligará a volver a la efímera capital de los Austrias españoles y portugueses: Café Ideal Nacional.
Sin duda, la capital pucelana es una ciudad donde las cosas se llaman como se tienen que llamar. Sin ir más lejos, en Valladolid, hasta los autobuses se llaman autobuses. En ingles, pero nos entendemos.
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