Juan Ignacio Gutiérrez

“No aceptes la definición de tu vida por lo que te dicen los demás. Defínete a ti mismo”.

 Harvey Feinstein.

Este es uno de mis temas favoritos: los sesgos y los errores de atribución.

En psicilogía social se definen dos tipos de errores de atribución: en error fundamental de atribución y el error último de atribución, que podemos comentar en otra ocasión.

Podríamos definir el error fundamental de atribución como la tendencia exagerada a explicar la conducta de los demás apelando a sus disposiciones internas de personalidad, su carácter, su temperamento o su forma de ser, dejando en segundo plano la influencia del contexto o la situación. Este sesgo se llamó inicialmente efecto Jones-Harris en honor a sus descubridores.

El error fundamental de atribución nos lleva a tener la certeza de que nuestro vecino ha aparcado a escasos metros de nuestra puerta para molestarnos o que nuestra hermana tarda más de la cuenta en el baño para que lleguemos tarde al trabajo. Pero no sólo se produce con las personas de nuestro entorno, aquellas de las que creemos conocer sus motivaciones, también -y a lo mejor son cosas de la aldea global- con las que aparecen en los diarios, en televisión, en un cartel publicitario, cualquiera que nos haga suponer que sabemos cuales son sus posiciones, sus intereses, su forma de pensar, sus valores.

Este es un ejemplo real, de una entrevista en la televisión.

Un concejal, entrevistado en campaña, hace el siguiente comentario al cerrar una entrevista:

Un saludo, bueno día y que el Sevilla no gane la final de esta noche”.

Esto dicho por un candidato en campaña en una televisión con sede en Sevilla no deja de ser sorprendente. No parece una buena idea. Pero, ¿podría producirse aquí el efecto del error fundamental de atribución? En mi opinión, existe esa posibilidad.

Imaginemos que quien ha dicho eso es el presidente del Sevilla F.C. ¿Resultaría entonces verosímil?, ¿qué habría hecho su interlocutor tras oír semejante improperio? Probablemente habría tratado de aclarar lo que habría considerado un malentendido. El razonamiento podría ser parecido a este: el presidente del Sevilla no puede decir eso, así que probablemente no lo ha dicho. Voy a averiguar qué ha ocurrido.

En el supuesto anterior el periodista terminaría por descubrir que ha entendido mal, que se trataba de una broma, que el presidente anunciaría en breve su dimisión por un grave problema con su directiva o cualquier otra situación que explicara el inesperado comentario.

Pero el candidato no tiene relación con el mundo del futbol, por lo que, la situación, inverosimil para la presentadora, provoca que entre en juego el error fundamental de atribución y hace que elabore una hipótesis: el candidato almeriense está mostrando algún tipo de desafección hacia la capital. Le atribuye una intención.

Hace algunos años una buena amiga sevillana residió en Granada para realizar un Master. Solía visitarla porque mi trabajo de entonces me obligaba a ir a menudo por la zona. Creo que fue en mi primera visita cuando me contó una anécdota que le había ocurrido en clase y que hemos comentado a menudo desde entonces. Una de las profesoras del Master quería remarcar la diferencia entre el singular y el plural y la importancia de hacerlo en lengua de signos; para ello utilizó el siguiente ejemplo que mi amiga expresaba así: “No e lo mismo el toro que lo toro”. Evidentemente los dos concluíamos que sus compañeros percibían la diferencia entre el “toro” en singular y el “toro” en plural, pero no ella que no estaba habituada al habla de aquella zona. 

El candidato, almeriense, podría haber dicho esto:

Un saludo, buenos días y que el Sevilla nos gane la final de esta noche”.

Yo hago esta interpretación, que contempla la posibilidad de que el entrevistado no haya dicho lo que la presentadora cree que ha dicho, porque me resulta inaceptable que un candidato en campaña haga un comentario tan inapropiado. Y puede que ese sea mi error fundamental de atribución.

Categorías: CAJÓN DE SASTRE

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