Juan Ignacio Gutiérrez

Si nos asomamos al Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, vemos que la aceptación que más se ajusta a la que utilizamos en el contexto de la mediación para escalada es esta:

4. f. Aumento rápido y por lo general alarmante de algo, como los precios, los actos delictivas, los gastos, los armamentos,etc.

En ese etcétera, nosotros añadiríamos el conflicto, la tensión, la agresividad,…

Reconozco que al principio de mi formación como mediador, generó  en mi cierta inquietud todo aquello de la bondad y los beneficios del conflicto y me temo que fueron tristemente célebres para mis compañeras y para mis compañeros Jose y Fernando los largos e intensos debates al respecto. Pero no voy a retomar aquí el tema; al menos, no en su raíz. Sea o no bueno el conflicto, es la razón de ser de la mediación y, como ya hemos comentado hasta la saciedad (y observado en cualquier ámbito de realidad), inevitable.

En lo que sí estaremos probablemente de acuerdo es en la importancia de evitar su escalada en el espacio de mediación. Si hemos conseguido crear un entorno nuevo, apacible, agradable, de diálogo sereno, de elaboración constructiva de propuestas y toda esa especie de nirvana conflictual, debería estar entre nuestras prioridades mantenerlo.

Sin hacer de menos los modelos de trabajo en entornos de alta intensidad emocional u otros que operan en contextos parecidos, parece que la situación más apropiada para nuestro espacio de mediación es la de “libre de conflictos”. Que sea precisamente uno lo que lleve a demandar nuestros servicios, no implica necesariamente que este deba continuar tal cual en nuestro pulcro e idílico espacio de mediación.

Para mantener controlados los conatos que puedan reavivar la situación conflictiva, podemos desplegar técnicas que nos permitan desescalar un conflicto emergente.

Para algunos psicoanalistas, por el Principio de Nirvana, nuestro aparato psíquico tendería a minimizar la excitación, tanto de origen interno como externo, por si mismo. Es de esto de lo que se trata. Esta es la actitud que va a permitir a las partes desescalar el conflicto, no participar en su escalada, no dar el paso siguiente.

Como profesionales, nuestra misión es facilitar que esto ocurra. Por decirlo de un modo sencillo y directo: quitar la escalera o escala. Disponemos de técnicas para ello, que deberemos adecuar a la situación concreta, al peldaño al que se haya subido la parte. Así, no vamos a salir de la habitación al primer conato de escalada, para si podemos intervenir, dar la palabra a la otra parte, interrumpir, soltar un chascarrillo. En estas situaciones también rige el principio de proporcionalidad.

Una vez abandonado el seguro y apacible espacio de mediación, todos podemos volver al mundo real y experimentar las inequívocas bondades del conflictos. No se si la ironía se entiende en los blogs. Espero que sí.


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