Juan Ignacio Gutiérrez

“El éxito no es definitivo, el fracaso no es fatídico. Lo que cuenta es el valor para continuar.»

 Winston Churchill

 

Confieso que no he jugado nunca pero he recibido cientos de invitaciones para hacerlo. Mi mujer le dedica un ratito todas las noches después de cenar con la televisión de fondo. El juego se llama Candy Crash, consiste en alinear unos caramelitos y tiene tres características que lo hacen, digamos adictivo:

  1. Es muy accesible.

  2. Es fácil.

  3. Genera tareas incompletas.

Las tareas incompletas consiguen generar en nosotros la necesidad de terminarlas. Esta podría ser una primera descripción del Efecto Zeigarnik.

Este descubrimiento se lo debemos a Bluma Zeigarnik (1901-1988). La vida de doctora Zeigarnik nos permitiría ilustrar un artículo sobre identidad. Nacida en Lituania en una época en la que esta formaba parte del Imperio Ruso, en la I Guerra Mundial la adolescente Bluma debió vivir la ocupación alemana del territorio, que propició la creación de un estado lituano independiente en 1918. En 1919 el ejército rojo ocupó el país formándose un gobierno comunista, pero fueron obligados a retirarse casi inmediatamente por los polacos. Tras el pacto Germano-Soviético de 1939, Lituania quedó en la zona de influencia soviética, incorporándose a la URSS en 1940; en 1941 fue ocupada por los Nazis, pasando a formar parte de una provincia alemana, volviendo a ser ocupada por los soviéticos en 1944.

Debemos tomar consciencia de que estos avatares históricos son vividos por las personas que habitan los territorios donde se producen, y Bluma Zeigarnik sufrió especialmente todos estos vaivenes. Estudió con Kurt Lewin en la Universidad de Berlin a finales de los años 20; en los 30 trabajó con Alexander Luria y Lev Vygotsky en el instituto soviético de medicina experimental, y fue sospechosa de colaborar con los alemanes. Un escenario vital complicado e intenso.

El trabajo sobre tareas completas e incompletas, publicado durante su etapa berlinesa con Lewin, demostraba que las tareas que eran interrumpidas eran recordadas mejor que las concluidas. He leído a menudo que la Doctora Zeigarnik postuló su famosa efecto observando sorprendida como los camareros en las terrazas recordaban las comandas de sus clientes. Supongo que todos hemos observado perplejos a algunos de estos camareros: “dos cafés con leche, un te con limón, un cortado, uno solo, dos medias tostadas con mantequilla, una tostada entera con aceite y tomate y una porción de tarta de manzana”. El efecto indicaría que el camarero va a recordar esta comanda hasta que termine de llevar todo a la mesa y haya cobrado el importe correspondiente. Una vez los clientes se hayan ido, olvidará el pedido.

Pero el efecto Zeigarnik, que podríamos decir que facilita el quehacer diario de los camareros, puede actuar en nuestra contra a la hora de organizar nuestra actividad. La persistencia de una tarea inacabada va a dificultar que nos centremos en otras que podrían ser más importantes para nosotros, dificultado nuestra capacidad de concentración y convirtiéndose en un estresor difícil de gestionar en tanto en cuanto no demos por terminada la tarea inconclusa. Terminar las tareas nos va a permitir liberar a nuestra mente de una preocupación que podría convertirse en un potente distractor.

Categorías: CAJÓN DE SASTRE