– Papi, ¿quién es “el hombre de los caramelos”?
– ¿Dónde has escuchado tú hablar del hombre de los caramelos, Súper?
– Te he escuchado hablar de él a ti, con tus amigos.
El hombre de los caramelos es un símbolo, un mito, un arquetipo.
– Ya empezamos: ¿qué es un arquetipo, papi?
– Un arquetipo es un modelo, como los que usan los artistas; una especie de concepto que forma parte de algo que los mayores llamamos “inconsciente colectivo”.
– Pues no sé si me has dejado peor.
– Ja, ja. Tienes razón. El inconsciente colectivo está compuesto por ideas, conceptos, cosas que no tienen por qué existir pero que todos sabemos qué o quiénes son, qué simbolizan; seguro que lo vas a entender si consigo explicártelo bien.
– Vale.
– ¿Te acuerdas del cuento de Hansel y Gretel?
– ¡Ya está, la bruja es el hombre de los caramelos! Bueno, la mujer de los caramelos, ¿no?
– ¡Ja,ja,ja! Si, bueno…, más o menos. Pero déjame que te cuente.
Hansel y Gretel han sido abandonados por su padre en el bosque…
– Eso también es un símbolo, que puede significar muchas cosas; desde que los han abandonado hasta que sus padres no se preocupan de ellos o no los educan, ¿lo entiendes?
– Creo que sí, papi. Como que no les hacen caso, ¿no?
– Eso es, algo así.
Bueno, pues los niños, solos en el bosque, quedan expuestos a todos los peligros del bosque. En el tiempo en el que se escribió ese cuento los bosques eran peligrosos, es decir: el propio bosque simboliza el peligro.
Ahora son bonitos, están llenos de árboles, de pájaros, de excursionistas, pero antes no era así. El bosque simboliza en el cuento los peligros a los que van a tener que enfrentarse los niños a medida que van creciendo.
Cuando los niños empiezan a tener miedo, frío, hambre, encuentran una casa en la que refugiarse. Esa casa, además, es de chocolate, y la bruja, que aún no parece que lo sea, les invita a comerse todas las golosinas que ven.
Pero cuando los niños se han entregado a la divertida tarea de comerse todas esas golosinas tan ricas, descubren que es una trampa y la bruja, que ya ha desvelado su verdadera identidad, se los va a comer.
– Vamos, que no comamos chuches cuando nos las den desconocidos, ¿es eso, no?
– Sí, es eso, pero no exactamente. Hay más.
Se cuenta a veces que algunos hombres malos (parece que es más cosa de los hombres que de las mujeres, aquí no hay igualdad), acechan a los niños y a las niñas en las puertas de los colegios y se los llevan.
– Eso, puede ser cierto o no, pero está en eso de que he te hablado antes: “el inconsciente colectivo”, ¿te acuerdas? Ese hombre malo que te está acechando para intentar secuestrarte sabríamos todos cómo es aunque no lo hallamos visto nunca, ¿a que sí?
– Sí, los malos tienen pinta de malos.
Pero no tiene por qué ser así. El malo, el hombre de los caramelos, puede no parecerlo. Es alguien que se interesa por ti, que te regala algo, que te invita a probar algo que te va a gustar y que tus padres no quieren que pruebes porque son muy antiguos y quieren controlarte. Todas esas cosas puede contarte el hombre de los caramelos.
Puede utilizar ese o cualquier otro ardid, pero siempre te invitará a tomar o hacer algo, a probar, a experimentar; siempre te hará algún regalo.
– Por eso lo llamamos “el hombre de los caramelos”. ¿Lo has entendido?
– Creo que sí, papi. Pero hay una cosa que no entiendo: ¿hacer un regalo, invitar a alguien a algo, es malo?
– No, de ninguna manera. No es eso lo que es malo.
El hombre de los caramelos va a hacerte un regalo para engañarte, para terminar teniéndote en sus manos, como la bruja de Hansel y Gretel. El hombre de los caramelos no te regala nada, solo está haciendo una inversión.
– ¿Qué es una inversión, papi?
– Una inversión es un gasto del que esperas sacar beneficios después. Como estudiar en el cole: cuesta, es aburrido a veces, pero sabes que lo que aprendas te será útil en el futuro, ¿no?
– Bueno…
– Sí, es así. Ya hablaremos de eso otro día.
Lo que quiero que sepas, sin que tengas que preocuparte en exceso por él, es que el hombre de los caramelos existe y puede estar al acecho. Puede estar escondido es el chat de tu juego de ordenador favorito, en cualquiera de los sugerentes perfiles que ves en las redes sociales a las que tienes acceso cuando te dejamos, en el parque, en las pistas deportivas,…
Es en esos sitios y en otros parecidos donde se esconde. Un día, mientras esperas que lleguen tus amigos, puede acercarse y regalarte algo, invitarte a probar algo. Puede ser un caramelo, cualquier otra chuchería, un paseo en moto o en coche, dejarte probar su patinete,…
Eso va a depender de tu edad, de la suya y de lo que busque. Puede invitarte a probar otras muchas cosas de las que te hablaré más adelante. Pero siempre va a terminar metiéndote en problemas. Y es muy probable que alguien lo metiera a él en ellos antes. Es como una cadena.
– Papi, ¿te puedo hacer una pregunta?
– Claro, Súper. Una y las que quieras.
– ¿Tú conoces al hombre de los caramelos?
– Ya te he dicho que, aunque tienes que pensar que existe, el hombre de los caramelos no tiene por qué existir. Es un símbolo, un modelo, un “arquetipo”, ¿te acuerdas?
– Sí, vaya palabrón que te has sacado hoy de la manga.
– Es bueno conocer palabras, mientras más mejor.
– Bueno, ¿pero lo has visto o no?
– Sí, alguna vez lo he visto. Y si te digo la verdad, me da mucha pena el hombre de los caramelos. Porque yo creo que no tiene por qué ser malo. Puede que algunas veces no sepa que te está engañando o que ni siquiera quiera hacerlo. Pero lo hará. Él no puede evitarlo.
– Entonces, ¿sabes ya quién o qué es el hombre de los caramelos?
– Creo que sí, papi, aunque no estoy muy seguro.
– Pues si lo ves o crees haberlo visto, ni caso. Y si te quedan duda, pregúntame y yo te ayudo a identificarlo, ¿vale?
– Claro, papi. Prometo estar atento.